Pedro Sánchez modera su programa económico y se aleja de Podemos
El miedo a lo desconocido es la única táctica que ha generado consenso entre los líderes del PP de cara al 20-D.
El argumentario: Podemos representa a la extrema izquierda, con la amenaza de nacionalizaciones de empresas energéticas incluida; Ciudadanos no tiene un programa de gobierno serio ni experiencia de gestión; el PSOE genera incertidumbre porque para lograr el poder es capaz de pactar con cualquiera, como ha hecho con las plataformas ligadas a Podemos tras el 24-M. Ideas simples para llevar a los electores a una conclusión tan conservadora como el propio Mariano Rajoy: «Virgencita, que me quede como estoy».
Dado que las encuestas siguen empeñadas en confirmar al PP y al PSOE como partidos más votados (sólo en alguna Ciudadanos alcanza la segunda plaza), la cuestión fundamental para despejar las posibles dudas sobre los planes de los socialistas consiste en saber qué política económica van a aplicar si llegan al poder y si esa política va a condicionar sus posibles pactos de gobierno.
El hombre elegido por Sánchez para elaborar el programa económico es Jordi Sevilla, que sería el ministro de Economía si el PSOE logra gobernar. A Sevilla se le podrán criticar muchas cosas (su comentario a Zapatero sobre el aprendizaje en dos tardes dio mucho juego), pero de lo que no se le puede acusar es de ser un rojo peligroso.
No hay más que releer sus columnas en Mercados para darse cuenta de que estamos ante un socialdemócrata más cercano a Valls que a Corbyn, por poner un ejemplo.
El programa económico del PSOE no contempla la subida del tipo máximo del IRPF, establece un mínimo en todas las comunidades para el Impuesto de Sucesiones y plantea una homogeneización de los tributos autonómicos para evitar la competencia fiscal. Incluye un ambicioso proyecto para mejorar la eficacia de los órganos reguladores, que serán independientes del Gobierno. Plantea la continuidad del esfuerzo para reducir el déficit público y el peso de la deuda, dando más medios a la Agencia Tributaria para reforzar la lucha contra el fraude. Tampoco se introducirán cambios radicales en la reforma laboral puesta en marcha por el PP.
No es, como se ve, un programa que pueda ahuyentar a los inversores extranjeros ni hacer temblar a los poderosos del Ibex 35.
El peligro que podría suponer para la recuperación económica un posible pacto de gobierno con Podemos está muy acotado. En primer lugar, porque la caída en la expectativa de voto del partido de Pablo Iglesias hace imposible que la suma PSOE/Podemos dé como resultado una mayoría absoluta o suficiente para poder gobernar.
En segundo lugar, porque la apuesta de Sánchez, al margen de algún guiño a la izquierda, como la retirada de la asignatura de Religión de los colegios, es recuperar al votante perdido de centro, para lo que va a incidir en los aspectos más liberales de su programa económico, incompatibles con las posiciones de Podemos.
Sánchez está convencido de que puede lograr un buen resultado, e incluso ganar y gobernar. También sabe que esa es probablemente su única opción para continuar al frente de la secretaría general del PSOE, porque Susana Díaz y algún otro están esperando a que se la pegue el 20-D para tomar Ferraz al asalto. Aunque esa posibilidad nunca estará descartada del todo. Como suele decir el líder socialista: «En nuestro partido las cosas no están tranquilas ni ganando».
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